La primera vez que le vi fue rodeado de gente. No destacaba, no llamaba la aención. Sonreía como lo podría haber hecho cualquier otro, y hablaba de cosas sin importancia. La gente le miraba, se reía con el, le tocaba el hombro.
Pero todo era mentira. Todo en él olía a engaño, a falsedad, a apariencias. Estrechaba la mano a todo el mundo, mientras que con la otra parecía dar puñaladas en la espalda.
Parecía una enorme cucaracha vestida de frac, con un martini en una mano y un revolver en la otra, que se paseaba de un lado a otro comentando lo deliciosos aperitivos o la buena música que se escuchaba.
Parecía que yo fuese el único que me diese cuenta. El único que viese la cara del insecto asomar por ese cuello de camisa tan impecablemente planchado.
Notó que alguien le observaba fijamente, que alguien había descubierto su secreto.
Nuestras miradas se encontraron, y no lo pude resistir más. salí del salón, con nauseas, y corrí a por mi chaqueta mientras evitaba las miradas de todo el mundo.
Mientras giraba por el pasillo y esperaba al ascensor, un olor a podrido me rodeó. Alguien me tendió la mano, en un saludo afectuoso. Y lo último que recuerdo es aquella enorme cabeza de cucaracha tan elegantemente vestida, diciéndome con una falsa sonrisa:
- Siéntase afortunado de haberse encontrado conmigo, caballero
Parecía una enorme cucaracha vestida de frac, con un martini en una mano y un revolver en la otra, que se paseaba de un lado a otro comentando lo deliciosos aperitivos o la buena música que se escuchaba.
Parecía que yo fuese el único que me diese cuenta. El único que viese la cara del insecto asomar por ese cuello de camisa tan impecablemente planchado.
Notó que alguien le observaba fijamente, que alguien había descubierto su secreto.
Nuestras miradas se encontraron, y no lo pude resistir más. salí del salón, con nauseas, y corrí a por mi chaqueta mientras evitaba las miradas de todo el mundo.
Mientras giraba por el pasillo y esperaba al ascensor, un olor a podrido me rodeó. Alguien me tendió la mano, en un saludo afectuoso. Y lo último que recuerdo es aquella enorme cabeza de cucaracha tan elegantemente vestida, diciéndome con una falsa sonrisa:
- Siéntase afortunado de haberse encontrado conmigo, caballero


